Teodoro Guerrero, autor de cierto éxito en su tiempo, nos ofrece una visión de las mujeres de las dos islas del Caribe que todavía eran parte de España en esa época: Cuba y Puerto Rico, que conocía bien. Estas afirmaciones dan el tono de sus capítulos: El carruaje en la Habana es de primera necesidad, pues como las señoras nunca salen a pie, dicen que el vehículo es su calzado indispensable(...). En Santiago de Cuba, las señoras van a misa a pie, y visten más a la europea, pues las costumbres son más españolas que en el departamento Occidental. (....) Destinadas las negras a los rudos trabajos del campo, las guajiras cuidan de sus casas de embarrado, techadas de guano, sin más suelo que la tierra removida: y en esos cajones viven confundidos los padres, los hijos, los parientes, los perros, los cerdos y las gallinas...(...) Las exigencias de la época han hecho desaparecer de aquella isla, por una ley reciente, la odiosa esclavitud, y la negra ha entrado en condiciones de sociabilidad, pasando del estado de cosa al de persona (...) Hoy las mujeres de Cuba llevan gran ventaja a las de Puerto-Rico por la diferencia de educación que reciben en las islas hermanas.... Por su parte, Olimpia Alborad se centra en el estudio de la mujer de clase media y alta en La Habana, en una descripción y análisis realista e inmisericorde:La indolencia es otro de los signos característicos de la habanera; ella no trabaja jamás, ni cose, ni dibuja, ni borda, ni lee, como no sean los periódicos de modas, a los que suele mostrarse aficionada.