Huellas y tomillo

Ovidio es un muchacho que nace en el seno de una familia humilde de campo, como cualquiera de las raleas que poblaban los terruños de la vieja Iberia. Sin embargo el destino le tenía previsto algo inesperado: el abuelo Tiburcio, el cual, con su excelso amor hacia lo agreste, sería decisivo en la futura vida que los años le depararían.En el convulso siglo XIX español, etapa histórica que le tocó vivir al bueno de Ovidio, la vida campestre no distaba mucho de lo subsistido hasta entonces por nuestros ancestros, pudiéndonos retroceder milenios atrás sin encontrar apenas diferencias en las maneras de perpetuarse la especie humana en este planeta biodiverso. Nativos del neolítico, Íberos, fenicios, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, cristianos, y hasta este siglo crucial, todos ellos mantuvieron unas costumbres y una explotación de los recursos similares que les hicieron resistir ante las adversidades que la naturaleza les proponía asiduamente.Lobo, que así apodaron a Ovidio casi desde el día en que nació, convive con su estirpe montuna en un rudo territorio: el valle del Frontil de la sierra de Mágina. Allí, su espíritu de supervivencia le hace interrelacionarse con los seres salvajes y conocer los intríngulis de la aldea donde habita, incluidos sus lugareños, con los cuales entabla una relación particular de aprendizaje con los sabios ancianos en los primeros años, pasando a la divulgación de sus entendimientos cuando él a su vez se transmuta en un ilustrado hombre de campo, de sangre lobuna.Su bondad, escoltada de las propias vivencias, andanzas, leyendas y aventuras, nos hará recorrer junto a él aquellos lugares y tradiciones que forjaron la pervivencia de generaciones pasadas, pero siempre en contacto directo con la vida montaraz, convirtiéndose en uno más de aquellos bichos que conformaron la antigua España salvaje.Conjuntamente con su fin educativo, el suspense, la intriga, el amor, la pasión, el misterio y la ficción, son los atributos que definen a la perfección esta historia que no dejará al lector impasible ante la necesidad de regeneración que padece nuestra Madre Naturaleza tras la, tal vez mal llamada, evolución del Planeta. Es una oda al medio silvestre, a las emociones y a los versados abuelos que tanta sabiduría han trasmitido y seguirán trasmitiendo a sus atentas estirpes.