Mi vecino el anticuario

La España turbulenta entre los años 1939 y 1945 en los que discurre esta novela, mitad verdad y mitad pura imaginación del autor, da a conocer el despertar de un pueblo que lo hizo de mil maneras, aceptables la mayoría. En otras, como las que se cuentan en esta novela, se gestaron nuevos ricos sin que nadie supiese el origen de sus fortunas. Y es que, por aquel entonces, la corrupción se justificaba con contratos, adjudicaciones y otras mandangas que se sacaban de la manga los dirigentes de la nación.Y en esa misma España convivía un núcleo de población insignificante y paupérrimo, con el que nadie contaba, un mundo aparte, que eran los basureros. En las grandes ciudades tan sólo reparaban en ellos los serenos y las prostitutas al concluir su faena.Pero en los pueblos de entonces, los basureros adquirían un título superior, chamarileros y hasta chatarreros, como es el caso del protagonista de esta historia, Felipe, que en realidad tenía otro nombre de apóstol cristiano.Este personaje inició su viaje desde Recas, en Toledo, hasta Madrid con unas cuantas pesetas y se convirtió en millonario traficando con productos delictivos y entablando relaciones mafiosas, en comandita con sus dos hijos, quienes pusieron en peligro el clan familiar: uno era militar, tan caliente como el padre, y comerciante el otro, más frío que un carámbano.Como único testimonio de bondad, sobre la tumba de Felipe descansó un ramo de flores de papel, obra de una maestra de vida, mi madre.