El senderista en la luna

Once relatos que tienen como denominador común el humor en gran parte de ellos. Una comicidad que refleja temas tan coetáneos como la pasión exacerbada por el futbol, las movilizaciones del 15M, o el confinamiento pandémico, dibujadas con un humorismo  sarcástico que se escora por momentos hacia el surrealismo. Es el caso de El más apasionado de los juegos donde una pareja es televisada por un comentarista deportivo durante sus devaneos amorosos, o de No hay mapaches en la Mancha en donde dos personas que viajan para una concentración en La Puerta del Sol tienen un absurdo accidente que cobra tintes apocalípticos. O como en Lenta cae la nieve, en donde el amante queda atrapado durante el decreto de estado de alarma y debe permanecer escondido en el trastero de la casa familiar. En otros relatos como en De cómo el Comandante alcanza en un postrer esfuerzo la victoria en su bañera o en La mujer que imagina, la ironía afila su estilete para plasmar la supuesta gloria castrense o la ciénaga rutinaria de una funcionaria compensada por su desbordante capacidad imaginativa. En otros relatos el delgado tabique de la realidad se desmorona dejando unos contornos tan difusos que desbaratan cualquier intento lógico. Así en Pliegues en la piel del tiempo o en Te llamarán por tu nombre. Por último algunos relatos  que tienen a la mujer como protagonista, a veces involuntaria y sufriente, en un referente histórico como en Después que fueran las lágrimas esparto o en Hablemos de aquella inolvidable actuación, basado en un tristemente suceso real. Por último un relato que nos habla de un modo de vida ya casi extinto ligado a la naturaleza, El hombre que miraba, estamos seguros movilizará variadas y exultantes emociones en nuestro lector. El relato que cierra este volumen, Cabra montés a cámara lenta, con un final sorpresivo y abierto a la interpretación del amable lector, invita a cuestionar lo irreversible del tiempo con un " agujero de gusano" en el que los acontecimientos escapan a la lógica.